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Belleza cruel - Ángela Figuera Aymerich

Belleza cruel - Ángela Figuera Aymerich

13,50 €
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Disponible

Descripción

Belleza cruel - Ángela Figuera Aymerich

Prólogos de León Felipe, Carlos Álvarez y Juan Ramón Figuera.
Carta manuscrita de Max Aub.
96 págs.
ISBN: 978-84-7839-713-6
2020

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Ángela Figuera Aymerich (Bilbao, 1902 – Madrid, 1984) publicó el libro Belleza cruel en México en 1958, debido a las dificultades de hacerlo en España por la censura del momento.
Su voz, una de las más intensas y profundas de la poesía española, se alza decidida para combatir toda injusticia pero con ese «toque final» que la caracteriza. Su palabra clara, su mensaje directo y su caudal de emoción son las claves que la sitúan, sin duda alguna, en la primera línea del panorama poético español.
Los poemas de Belleza cruel sacuden nuestra conciencia porque hacen realidad el concepto del «valor de la palabra» ya que sobreviven con su clara visión ética. Libro valiente y estremecedor.
El libro incluye los prólogos de León Felipe, Carlos Álvarez y Juan Ramón Figuera –de distintas ediciones–, correcciones manuscritas a este libro de Ángela Figuera y una carta inédita de Max Aub.
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Belleza cruel
Dadme un espeso corazón de barro,
dadme unos ojos de diamante enjuto,
boca de amianto, congeladas venas,
duras espaldas que acaricie el aire.
Quiero dormir a gusto cada noche.
Quiero cantar a estilo del jilguero.
Quiero vivir y amar sin que me pese
este saber y oír y darme cuenta;
este mirar a diario de hito en hito
todo el revés atroz de la medalla.
Quiero reír al sol sin que me asombre
este existir de balde, sobreviva,
con tanta muerte suelta por las calles.
Quiero cruzar alegre entre la gente
sin que me cause miedo la mirada
de los que labran tierra golpe a golpe,
de los que roen tiempo palmo a palmo,
de los que llenan pozos gota a gota.
Porque es lo cierto que me da vergüenza,
que se me para el pulso y la sonrisa
cuando contemplo el rostro y el vestido
de tantos hombres con el miedo al hombro,
de tantos hombres con el hambre a cuestas,
de tantas frentes con la piel quemada
por la escondida rabia de la sangre.
Porque es lo cierto que me asusta verme
las manos limpias persiguiendo a tontas
mis mariposas de papel o versos.
Porque es lo cierto que empecé cantando
para poner a salvo mis juguetes,
pero ahora estoy aquí mordiendo el polvo,
y me confieso y pido a los que pasan
que me perdonen pronto tantas cosas.
Que me perdonen esta miel tan dulce
sobre los labios, y el silencio noble
de mis almohadas, y mi Dios tan fácil
y este llorar con arte y preceptiva
penas de quita y pon prefabricadas.
Que me perdonen todos este lujo,
este tremendo lujo de ir hallando
tanta belleza en tierra, mar y cielo,
tanta belleza devorada a solas,
tanta belleza cruel, tanta belleza.