• 40 años publicando literatura escrita por mujeres
  • Gastos de envío gratuitos para España
  • 40 años publicando literatura escrita por mujeres
  • Gastos de envío gratuitos para España
Teoría de la Inseguridad - Concha Lagos

Teoría de la Inseguridad - Concha Lagos

16,50 €
.
Disponible

Descripción

Teoría de la Inseguridad- Concha Lagos

Edición, introducción y notas de Juana Murillo
176 págs.
ISBN: 978-84-7839-906-2
2023

_
Concepción Gutiérrez Torrero (Córdoba, 1907-Madrid, 2007), conocida como CONCHA LAGOS, fue una de las grandes agentes culturales de nuestro siglo xx. Escritora, poeta y editora, fue además directora de la revista Cuadernos de Ágora y organizó la tertulia «Los Viernes de Ágora». De esta forma, se instituyó como uno de los principales pilares de la vida cultural y literaria de su época y recibió importantes reconocimientos por su labor, entre ellos, su nombramiento como académica correspondiente de la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba en 1961 y la concesión de la Medalla de Andalucía en 2002.

Teoría de la inseguridad, publicado en 1981, invita al lector a realizar un viaje, a través de la mirada de la autora, ante el mundo que la rodea, tiempos y lugares donde la duda se ha instalado y ha colmado de inseguridades las respuestas recibidas. Esta edición, a cargo de Juana Murillo, desvela la vena mística, de profunda tradición teresiana, que actualiza y convierte la línea poética espiritual de postguerra en una reivindicativa apuesta para las mujeres.

_
Alguien pone la trampa

No digo que este andar entre palabras

desemboque seguro en el poema.

Pongamos como muestra algún ejemplo:

lucero, madrugada, río...

Seguir podría hasta que la memoria

quedara trastornada, delirante.

Puedo arrojar mil piedras al arroyo,

contar las hojas de este o aquel árbol

romper con alaridos el silencio

y convocar fantasmas por su nombre.

¡Poder! ¡Poder! ¡Qué pobre poderío...!

¡Cómo enhebrarle historias a los días,

sucesos al instante!

¡Cómo tirar al aire los dados de la suerte!

Locura y sinrazón parece todo,

un sueño absurdo que a ciegas navegamos

y nos limita con su humo,

para que a la deriva giremos y giremos.

Alguien pone la trampa, la bautiza,

le inventa nombre como a las comedias,

y el espejo, complaciente invitando

al laberinto de su doble fondo.

--
La perfecta casada

Sé que no soy, que no lo seré nunca,

esa mujer en perfección loada.

Lo lamento, Fray Luis, son otros tiempos.

Al cotidiano mundo del hogar

le fui mezclando olvidos y una que otra protesta

por lo devorador de tiempo y fantasía.

De acuerdo en lo del agua clara para las abluciones.

También Manuel Machado, perito en la materia,

cantaba convencido:

«En cualquier parte hay un espejo, un poco

de agua clara y un peine.

Y si la niña es guapa, ¡Ya está...!»

Quiero pensar que su niña de turno

tenía pocos años

y no necesitaba de afeites ni aderezos.

Me gusta imaginarla

con mejillas de rosa tempranera.

Yo, amigo, casi al margen de todo estoy ahora

y no preciso tu consejo. Tarde me viene,

no obstante, a entrarte por mi casa te convido,

pero no me compliques con labores.

La aguja y el dedal dejé hace lustros

desviándome a senderos más opuestos.

Por ejemplo: una buena lectura.


Ellos, los libros, me enderezan lo tan descarriado

allí, en la hondura donde se tejen las ideas.

Adéntrate, Fray Luis.

En este telar mío no encontrarás hoy rueca

con huso mareante,

telar es ya de Marisabidilla

que, a ratos,

intenta emborronar con versos

todo cuaderno que en sus manos cae.

-
Soñar era la droga

A vertientes opuestas golpeo el pensamiento

por si un camino nuevo me lleva a la esperanza

y el desánimo al fin se me acomoda.

Atinar de por vida no es corriente,

bastante es ya sumar etapas sueltas.

Hoy doy por bueno y positivo

ver diluido en nubes lo que llamamos ayer sueños.

Pisar la tierra firme es lo importante,

sin despropósitos ni falsas luces

sabiendo que, ni esto ni aquello, nos puede aminorar.

Solo ante la sospecha de volver otra vez a las andadas

(claro está que a los sueños me refiero),

el tedio se acrecienta;

circulante lo siento por las ramas y el tronco.

No es buen oficio, pienso, este de ser mujer.

Oficio a contraluz le llamaría,

opuesto al íntimo sentir, el tan callado y rumoroso

acunador de soledades,

viendo mermar las horas en insulsas tareas;

en el trajín doméstico, con sus remiendos de monotonía

y su vuelta a empezar.

Eso de los pucheros, a un girar en la noria lo comparo.

A voluntad cierro los ojos

y no por el mareo, por la náusea más bien,

por la infinita náusea de tanto golpear martillo y yunque

hasta formar un todo con la fragua.

¡He aquí nuestro casero laberinto!

Lo cedo, lo regalo, ¿quién lo quiere?

En él, todo vivir se agosta sin provecho;

anónimo pasar es su divisa.

Pena sin gloria.

Pese a lo escrito en áspera protesta,

sigue el empeño derribando muros.

Robo un instante aquí, dos al desvelo.

En sisa lenta sigo y voy sumando mi modesto caudal:

Báculo para esquinas del hastío,

alcuza que alimenta los velones,

almohadón de cansancio y la desgana.

Hoy me digo al cruzar ante el espejo,

que vencido una vez lo que nos cerca

ya no hay murallas que bloqueen caminos.